miércoles, 25 de julio de 2012

Respuesta a Salvador Sostres


Querido Sostres,

Ayer por la noche me fui a dormir perpleja, pero para que lo entienda, le explicaré los motivos. Un momento antes de irme a la cama vi que publicaba una entrada que llevaba por título “Erasmus”. Ilusa de mí, creí que sería un relato bueno para leer antes de dormir y quizá recordar ciertos momentos de mi Erasmus, pero a medida que iba leyendo el corazón se me aceleraba más y más. Incluso había frases como “Los Erasmus son ridículos desde el punto de vista académico y el único interés que tienen es etílico y sexual.”, que tuve que leer dos veces.

El hecho de que tenga esta opinión me llama mucho la atención, sobre todo cuando usted no ha vivido esa experiencia. Por otro lado, viendo el resentimiento desde el que habla, quizá sí que haya vivido una parte, y fuera ese novio españolito que hubiera preferido atar a su novia a la pata de la cama.

Sí, el Erasmus se relaciona con las fiestas. Algo que no dista de la realidad de cualquier estudiante en cualquier universidad española. Es decir, no hace falta irte a miles de kilómetros de tu casa para emborracharte y “empaparte” como dice usted de la cultura que te rodea. Habrá gente que decida irse a otro país por ese motivo, lo cierto es que entre todos los Erasmus que conocí viviendo en Florencia durante nueve meses, no vislumbré semejante motivación. Ahora, usted y otros tantos como usted, pensarán que “pobrecitos, encima ni lo aprovecharon.” Se equivoca. En mi periodo de Erasmus salí de fiesta como nunca lo había hecho. Pero no se equivoque, no se trataba de salir a ligar como si no hubiera un mañana. Salíamos siempre en grupo y volvíamos a nuestras casas comentando la noche, riéndonos y pasándolo bien. Aún hoy, seguimos recordando esos momentos con una sonrisa que jamás nadie nos borrará, aunque lo intenten personas como usted.

Aclarado esto, me gustaría explicarle lo que significa realmente el Erasmus. Habrá oído hablar de que es algo que te cambia la vida. ¿Y sabe qué? Miles de estudiantes Erasmus que pensamos y sentimos eso, no nos equivocamos. ¿Y sabe otra cosa? Tampoco es una mentira elaborada, ni una manera de engañarnos para justificar fiestas sin control. Italia para mí, y para muchos otros, era un sueño. Un sueño en mayúsculas. Siempre recuerdo que cuando veía en algún libro de geografía una foto de un paisaje y debajo la leyenda “La Toscana”, pensaba “algún día viviré allí.” Y permítame señor Sostres, que antes con catorce o quince años no sabíamos que era aquello de “empaparnos” con alcohol o con cualquier otra cosa. No sé si me entiende. Pasaron muchos años hasta que en la universidad en la que estudiaba me dieron esa oportunidad, la de realizar mi último año de carrera en Florencia. Una oportunidad que solo otorgaban a dos personas y que se basaba en la nota media del expediente académico, así qué, para todos aquéllos que lo creen, ¿dónde está el regalo? Finalmente, después de consultarlo con mis padres, por suerte, personas de mundo, abiertas y cultas, me fui volando a ese sueño que comenzaba a hacerse realidad.

Así comenzó mi aventura, así me independicé (no económicamente claro) pero sabía que cuando pasará cualquier cosa (que de hecho pasó) no tendría ni a mi madre ni a mi padre para ayudarme. Fue de esa forma en la que aprendí cómo eran los pisos en Florencia y por cuánto estaba el alquiler. También aprendí  a hacerme una cuenta en un banco extranjero, a comprarme un teléfono en una compañía Italiana y a contratar Internet. Aprendí a hacer papeleo en italiano mientras de España solo recibía información contradictoria y de Italia ni siquiera recibía nada. Aprendí Italiano. Aprendí acerca de la pedagogía del oprimido de Paulo Freire o de los estereotipos de géneros en libros de la escuela elemental (reafirmándome en que a Italia y a España pocas cosas las diferencian). Aprendí la realidad abrumadora de la esclavitud moderna. Aprendí y reflexioné a través de las palabras de Bauman y de su Vidas desperdiciadas. Y aprendí mi profesión ya que realicé las prácticas allí durante varios meses. Todos esos libros que leí distaban mucho de los apuntes que he acumulado a lo largo de cuatro años de carrera. Ese año de formación me sirvió para hacerme un poquito más culta, ver más allá de mis fronteras y no encerrarme en unos apuntes que un profesor de universidad realiza en un año determinado y los explica año tras año, sin variar ni un ápice su discurso, las mismas comas, los mismos puntos. No sé si sabe lo que es aprender de manera significativa, pero fue lo que yo hice en mi beca Erasmus. Y me empapé, me empapé de Bauman, de Freire, de Bales, y de Petrella, entre otros.
Esas fueron muchas de las cosas que aprendí, pero por supuesto no puedo nombrar todas que ya me extendería y no quisiera acabar resultando tan pesada como usted.

Por otro lado, está aquello que conocí, algo que muchas veces abre más las miras de las personas y contribuye más a su formación que examinarse de diez temas de memoria en la universidad. Conocí Italia. Sí, aunque le parezca raro, conocí sus costumbres, sus lugares y sus lugareños. Viajé. Viajé con mis amigos y amigas del Erasmus, viajé cuando mis padres me visitaron, y viajé cuando mis amigos españoles me visitaron. Como podrá ver, no todo se trataba de salir de fiesta, o, ¿aún le quedan dudas?

A grandes rasgos ya he aclarado lo que quería aclarar, que soy consciente de que hay gente para todo, y por supuesto con motivaciones muy diferentes. Pero, como siempre en la vida, el generalizar no es bueno, y usted lo ha hecho. El Erasmus es algo que se te mete por dentro y te cambia, pero lo hace para bien. Te hace más mayor, más maduro y mejor persona. Te abre las miras y seguramente hará que tu vida de ahora en adelante vaya por otro camino. Pero no necesariamente servirá para que abandones a tu pareja y te desenfrenes por tierras extranjeras. Y si pasa, tenga por seguro que no ha sido el Erasmus el que lo ha propiciado. Ha sido la escasa fuerza de esa relación, porque son las personas las que se separan y no la distancia.  

Para terminar, escribiré las palabras que en forma de sueños hechos realidad se escribieron en miles de postis durante el día de Europa en Florencia:

“La mobilità Europea mi hai cambiato la vita, vorrei che tutti potessero vivire esperienze simili.” 

martes, 25 de octubre de 2011

Baloo.

Me parece increíble que la última entrada sea del 27 de mayo. Ha llovido tanto desde entonces que ahora mismo no sabría por dónde empezar. En resumidas cuentas podría decir que terminé el erasmus, terminé la carrera y ahora estoy metida de lleno en otra aventura y en otra ciudad. Pero como resumir no era la tónica de este blog, haré un gran ejercicio de memoria para intentar relatar los últimos días de mi estancia en Florencia. 

Después de los últimos viajes, seguía acudiendo al “Baloo” a realizar las prácticas. Y por las tardes me encerraba en la habitación a leer ya que para mis exámenes de junio me habían mandado entre todos los profesores cerca de dos mil hojas en italiano. Como siempre hago en estos casos, me dividí la tarea para poder acabarla a tiempo, pero el agobio pudo más y terminé en mucho menos de lo que me esperaba, aunque para ello tuve que sacrificar ciertos viajes o ciertas quedadas. Pero está claro que en una situación así te decantas por lo que más te conviene.

Los días fueron pasando, seguro que con alguna anécdota que ahora, por desgracia, se ha perdido en el camino. Así, llegamos al 13 de mayo. El día en el que Sandra y yo terminamos las prácticas. Era un día alegre pero a la vez amargo. Les llevamos una “torta” a cada grupo que los niños disfrutaron sin entender muy bien a qué correspondía dicho detalle. Normalmente la comían cuando era el cumple de algún otro niño, pero ese día no. Simplemente era el modo de agradecer tanto a los pequeños como a los mayores, el cariño con el que nos trataron y los buenos ratos que nos hicieron vivir.

Dicen, que en magisterio, cuando haces las prácticas, solo hay dos opciones: o terminas la carrera del tirón porque es algo que te encanta y has corroborado que hiciste bien años atrás eligiéndola, o directamente no sabes dónde meterte. En mi caso, fue lo primero aunque en ese momento no lo sabía. Solo supe que sí. “Hiciste bien en cambiarte.” Y agradeces que tus padres no te dejaran perder un año, que aunque para ti fuera duro al principio, más de lo que debería haber sido, nada de lo que estás viviendo en ese momento hubiera pasado si ellos se hubieran desentendido y me hubieran dejado hacer lo que en ese momento quería, que era huir y no enfrentarme a algo que en esa época veía terrible. Y sí, es cierto que me perdí muchas cosas, que mi vida universitaria no ha sido como la de la mayoría, o que podría haber estado mejor, pero lo que realmente cuenta a día de hoy, es que con mis más y con mis menos, terminé mi carrera, y no solo eso, sino que junto al título me llevo una experiencia inolvidable que bien es cierto otros universitarios no tendrán. En definitiva, no tengo derecho a quejarme. Aunque bueno, eso ya lo sabíamos con solo leer el título del blog.

Volviendo al 13 de Mayo, ahora ya puedo asegurar que fue el último día que vería a Martino, un renacuajo que con apenas dos años cantaba el himno de Italia como podía. Una personita chiquitita por fuera, pero con un gran corazón que daba todo el amor y cariño posibles a sus compañeros y maestras. Pero sobre todo, siempre le recordaré por aquélla simpática manera que tenía para manifestar su felicidad. Daba botes, primero levantaba la pierna izquierda y luego la otra, así durante un rato, y todo ello decorado por una sonrisa  pícara que cuanto menos, te sacaba otra a ti. También sería la última vez que Lorenzo, uno de los pequeños, me alegraría la mañana al darme un abrazo de buenos días. O la última vez que nos reiríamos al mirar a Marlene, una niña francesa con los pelos muy rizados, que no hablaba ni papa de italiano. Las frases que más sonaban a su alrededor eran “oh la la” y “la pupé”. Por otro lado, la revoltosa de la clase, Tessa, no se me tiraría encima más para que la levantara por los aires ya que pensaba menos que una pluma. Así podría pasarme el blog entero. Cada niño era especial y eso se ve reflejado en que hoy, a 25 de octubre, todavía me acuerdo de ellos como si fuera ayer. Pero al fin y al cabo, todo en la vida tiene un final, y este fue el de mis prácticas.


viernes, 27 de mayo de 2011

San Gimignano

Últimamente me ha invadido el espíritu viajero. Siempre he sido de estudiar los últimos días antes del examen y como ya tengo todo hecho tengo un poco de tiempo libre hasta el día uno. Así que mirando en mi ya tan visitada página de trenitalia, vi que un billete a San Gimignano costaba cinco euros y tardaba una hora, por lo tanto, podríamos ir y todavía seguir aprovechando el día para hacer otras cosas. No había nada más que decir ni que pesar, simplemente preparé la mochila con mi cámara, una botella de agua y la cartera y nos fuimos a la estación. 

Allí coges un tren con dirección Poggibonsi y en esta estación coges un autobús a San Gimignano. Tarda muy poco y además, el viaje deja entrever aquello de lo que vas a disfrutar en unos minutos. Unas vistas espectaculares y un pueblo encantador.

Nada más bajarnos, sabíamos que ese sitio nos dejaría un buen sabor de boca (y eso mucho antes de saber el pedazo de chocolate que nos compramos). El pueblo es chiquitito y todas las casas y edificios son de color tierra, adornado con flores y hojas verdes, pero ninguna casa es diferente al resto. Calles estrechas y anchas, cuestas y escaleras, plazas y calles principales, y sobre todo, muchos arcos, constituyen el pueblo.
La Toscana.

Pues así, caminando y caminando terminas con tu visita y emprendes el camino que te llevará a tu casa. Mientras veníamos de vuelta, mirando estos paisajes -esos que siempre veía en los libros de texto con una leyenda debajo que ponía "La Toscana"- no podía dejar de pensar en el año que he vivido, en los sitios que he visitado, en las personas que he conocido y en el idioma que estoy aprendido. La frase "Be erasmus" que decidí para mi blog, aún cuando todo eran espectativas y no realidades, refleja bien lo que pienso en la etapa final de mi erasmus. Quien tenga la oportunidad que se vaya sin dudarlo porque el balance al final del año siempre va a ser más que positivo.

Escapadita a Fiesole

Y de repente te das cuenta. Todavía queda más de una semana para tu primer examen. Esto de no saber en qué día vives te ha jugado una mala pasada, podrías estar ahora mismo en algún pueblito de la Toscana que tanto te gusta. Y entonces te dices: ¿dónde puedo ir más tarde de las dos de la tarde? ¿Vamos a Fiesole? Entonces algunas personas deciden que también se apuntan y te vas. Por tanto, otro sitio al que llevaba tiempo queriendo ir y que ya he quitado de la lista. 


Fiesole es un pueblito alto desde el que se ve toda Florencia a lo lejos y solo por ver esas vistas merece la pena. Además, se llega en autobús en unos 20 minutos y con un billete normal. Así que nada, una postal más colgada en la pared y un recuerdo más para mi blog.

jueves, 26 de mayo de 2011

Más cosillas.

Otra vez se me han acumulado las cosas que contar. Sé que siempre prometo que iré día a día, pero claro, al final te lias y te lias, y nanai. Así que hoy contaré el viaje a Cinque Terre que nos pegamos el Sábado pasado. ¡Qué maravilla!

La tarde anterior nos fuimos a comprar unos gorritos con la intención de protegernos un poco más del sol, y yo, aunque temía que quizá no nos los pondríamos (daban lluvias) iba toda ilusionada porque iba a ver el mar después de casi medio año. Algo increíble en mí. 

El día comenzó realmente temprano aunque seguramente nuestros ojos y nuestras cabezas se despertarían más tarde. Cogimos nuestro tren en nuestra ya tan vista Santa Maria Novella (¿Cuántas veces habré ido ahí?). En el tren un par de charlas, unas risas a costa de mi no-ritmo y unas cuantas fotos. Después de una hora y media llegamos a "La Spezia", pero ese no era nuestro destino final. Una vez allí tienes que dirigirte a los cinco pueblitos marineros que componen "Le cinque terre". Una vez que te vas a subir en el tren, ves que hay muchas personas que tienen la misma intención que tu, por lo tanto, echas de menas aquel oficio de empujador de personas en los trenes de Japón, ya que el tren va tan petado que como mínimo, acabas tu en una punta y tus amigos en otra. Pero como son tan pocos minutos y vas tan entusiasmado da un poco igual.

Finalmente llegas. Y la primera visión ya hace que te sientas bien, que exclames todo el rato ¡qué bonito! y que te acuerdes de todas las personas que quisieras que vieran eso, en ese mismo momento. Una cala abrazada por montañas verdes. Agua cristalina. Calma. Relax. Conclusión: Primer baño del año. 

Después de disfrutar un rato en esa primera playa, (para mí, la mejor) pones rumbo a ver el pueblo y cada vez te sorprende más. Tiene algo especial. Y así fue todo el día. Cogiendo trenes (sin convalidar el billete) y andando por todos los pueblos, subiendo y bajando cuestas y escaleras, viendo vistas increíbles, haciendo muchas fotos, y bromeando todo el rato, desde bailes en mitad de la carretera hasta chicas ¡el gorro!, y las tres tontas con la mano en la cabeza por si se nos volaba. También fue un día en el que abundaba el decir ¡qué calor! de todas las maneras posibles, fa caldo, me aso, me estoy achicharrando y no sé cuantas más.

Y así, poco a poco, llegamos al final del camino, no sin antes subir más de 300 escalones, aunque al menos allí te recibe un cartel donde pone "Complimenti" que hace que te sientas un poco mejor. Pero lo realmente gracioso de esa parada fue el estar caminando dirección la estación y ver el tren pasar. ¿Llegaremos a tiempo si corremos? En un momento de locura grito: ¡Correeeeeeer! Y a los cuatro pasos yo ya me había parado... pero la intención es lo que cuenta. Al final tuve que volver a correr y llegamos. Bueno llegamos los cuatro, que vimos como Sandra llegaba apurada con su look primavera-verano de exploradora. 

Y claro, el final del viaje tuvo su guinda cuando vimos aparecer al revisor del tren. Vaya. No habíamos ticado el billete, pero no por nada, sino porque nos habíamos confundido al comprarlo y no lo habíamos estado utilizando así que ya íbamos del tirón. El caso es que como al menos si teníamos los billetes, el hombre decidió que le pagásemos un par de paquetes de papas, con cinco euros entre tres. Así que, dentro de lo que cabe no está mal. 

Después nos esperaba la vuelta, camino La Spezia y finalmente Firenze. Que nos recibió con el mismo calor al que nos está acostumbrando últimamente, y que por si no lo saben, es mucho. 

Pues bueno, este es un piccolo riassunto del primer viaje a la playita en Italia (al menos en el que hiciera un tiempo increíble). Lo recomiendo a todo el mundo, porque es espectacular.

lunes, 16 de mayo de 2011

Visita tras visita...


Soy una de las pocas personas que conozco que cuando oía a amigos y amigas hablar de catarros, de otitis, de faringitis, de bronquitis, de vómitos o de migrañas constantes, así como visitas asiduas al médico siempre me quedaba callada porque no tenía anécdotas que contar. Nunca he sido de ir al médico, y cuando he ido ha sido en caso muy puntuales. Pues, ha dado la casualidad, que en Florencia he ido como unas seis veces en un mes y medio. 

Aquella vía del Malcontenti,número 6 que al principio del erasmus me costó tanto encontrar, ya me la conozco perfectamente. El caso es que al empezar las prácticas me puse mala y aún no me he recuperado. Pero no pongo esta entrada con la intención de hacer mi parte médico público, sino con la intención de dar a conocer los problemas por los que pasa una al ir al médico y los derechos que tiene. 

Seis visitas señores. Seis, ni una más ni una menos, han sido necesarias para que una buena samaritana me dijera que al rellenarme la receta por un lado concreto, no debía pagar los medicamentos en la farmacia. ¿Por qué ninguno de los otros me lo había dicho? No lo sé. No sé qué es lo que ganan ellos la verdad, pero es indignante. 

Y por otro lado, están los que te cobran la consulta y los que no. Tengo que decir, que cada vez que vas, y a parte de mis seis veces también he ido a acompañar a otra amiga, nunca ha coincidido el mismo médico. Deben ir una vez al mes cada uno, porque sino no me lo explico. El caso es que alguno te da la receta casi sin haberte explicado qué es lo que tienes, y te suelta, quindici. Y ala, a soltar pasta. ¿No nos dicen que nos hagamos la tarjeta sanitaria europea para no tener que pagar? Pues no entiendo nada. Por más que se los expliques, que les enseñes el codigo fiscal, acabas apoquinando (menos yo, que no he tenido que pagar ninguna, aunque todavía no se cómo lo he hecho).

En definitiva, que espero que no tengaís que ir mucho al médico, pero si lo teneís que hacer, pues al menos saber con lo que os vais a encontrar e ir preparándoos.Podeís llevar impreso las características de la tarjeta sanitaria europea, o guardar todos los recibos por si en España os devuelven algo. 

Aunque, si cuando llamáis al taxi os viene a buscar éste, con caramelitos en el asiento y cerditos de peluche, te puedes echar unas buenas risas por mucho dolor de garganta que tengas.


Pues eso, otra aventurilla más para mi blog, ¡ya contaré más cosas!

martes, 26 de abril de 2011

¡Mi visita en Semana Santa!

¡Hola de nuevo! Hoy, mi último día de vacaciones antes de volver a retomar las prácticas me ha dado por aprovechar el tiempo libro y plasmar algunos recuerdos.

Hace una semana y media, todavía había una cuenta atrás que comenzó el mismo día en que supe que me venía de erasmus. Ya sabíamos que vendrías pero no cuando. En esos días me tenía que despedir de mis amigas erasmus ya que volvían a España por semana santa, mientras yo me quedaba esperando a mi visita. Las ganas de estar aquí con vosotros y enseñaros lo bonita que es la ciudad en la que vivo eran muchas, pero claro, el destino quiso que la ilusión se mermara un poco al pasar por una bronquitis por primera vez en la vida. Al final, fue posible el iros a buscar a Pisa, eso sí, con todas las pastillas en el bolso. Se podría decir que ahí comenzó nuestra aventura. 

El plan era que yo iría primero al hostal de Pisa a coger las llaves y luego al aeropuerto a buscaros. Así que hice mi maleta y me fui a la estación, cuando llegué, mi tren se fue en mis narices, así que la cosa ya empezó un poco mal. Una vez en Pisa, compré un mapa (no se ni para qué, ya que la zona del hostal ni siquiera salía) y empecé a caminar. Después de dar varias vueltas y llegar a la estación de nuevo, decidí ir por un pasadizo de la misma. Ahí pensaba que ya estaba cerca pero al ver varias "pintas" y asustarme, decidí volver al principio y coger un taxi. (Al día siguiente, me daría cuenta de que estuve a puntito de encontrarlo). Así llegué al hostal. Como ya era tarde, decidí no ir al aeropuerto y aconsejé a mi visita que se cogiera un taxi. Pasaron las horas, sabía que su avión había aterrizado, pero ellos nunca llegaban. Decidí dormirme. Cada dos por tres me despertaba y les llamaba. "Estamos caminando por ahí" o "hemos hecho una pausa para comer" era todo lo que recibía. Les eché la bronca por no coger el taxi ya que yo sabía que se iban a perder. Mientras tanto ellos, casi llegan caminando a Florencia, hasta que por fin me hicieron caso y a las tres y media de la mañana recibí el toque que significaba que estaban en la puerta. La alegría de verlos hizo que el mosqueo por no haberme hecho caso se desvaneciera. ¡Por fin estaba con mi visita! Después de hablar un ratito, como a la mañana siguiente teníamos que madrugar, decidimos acostarnos. 


La patada.

A la mañana siguiente vimos Pisa, bueno más bien, lo que son los cuatro elementos que no puedes dejar de ver si estás en esa ciudad. Nos hicimos las fotos correspondientes, incluso saltamos alguna vaya de las que nos echó con un pito un policía bajito y gordito que no imponía nada. Estuvimos un rato admirando la torre y a la multitud de japoneses haciéndose fotos y al poco tiempo estábamos en un tren con destino Florencia. 




Una vez en Firenze, dejamos las cosas en casa y comimos un bocadillo de tortilla (muy buena por cierto jajaj) y yo me fui a la facultad mientras ellos se quedaban descansando. Cuando volví, dormimos un poco y nos preparamos para darnos una buena caminata. Ese día vimos Florencia casi entera, primero la plaza de San Marco y la de Santa Annunciata, para ver el Duomo desde un lateral e ir caminando hacia él, después de las correspondientes fotos en Santa Maria del Fiore, y la puerta del paraíso, seguimos caminando por la plaza de la República observando su famoso tiovivo. También nos acercamos a la plaza de la Signoria donde nos hicimos varias fotos con la réplica del David. Unos metros más adelante nos pararíamos en el Porccelino dónde la moneda de Iván le dio suerte, y la de Guetón se quedó a medio camino. Finalmente, llegamos a nuestro destino que era la calle de joyerías más famosa del mundo, la del Puente Vecchio. Después de ver el atardecer desde el puente, decidimos acercarnos a mi heladería favorita donde el helado de biscotto triunfó y de paso a Santa Croce ya que quedaba cerca. Y así fue como vimos Florencia en una tarde. Para rematar el día, fuimos caminando hasta el mirador de Michelangelo donde pudimos apreciar Firenze en todo su esplendor. Como yo estaba mala y tenía frío, a pesar de tener un pañuelo por toda la cabeza y cuello, decidimos correr al ver la guagua pasar y así acabamos en la estación de nuevo. Este es el resumen del primer día en Florencia, que la verdad, dio para mucho.

Mirador
Desde el Duomo.
 El segundo día estaba planeado para subir a la cúpula del Duomo y entrar en la galería de la Academia para ver al David de verdad. Después de una cola de una hora, y 463 escalones, subimos el Duomo y disfrutamos de unas vistas impresionantes. Varias fotos, y varios comentarios admirando a una pareja de ancianos que habían subido las mismas escaleras que nosotros que acabamos asfixiados decimos bajar. Mientras tanto yo no podía dejar de pensar en la comida de "Il Pirata" a dónde les llevaría a mangiar. ¡Qué rico!



La digestión la hicimos en la cola de la Academia, donde estuvimos cerca de dos horas. Cuando llegamos a la sala del David hicimos algunas fotos a pesar de que el "No photo, allooooora" fuera el coro de esa habitación. Después de ponernos un poco de mal humor por los gritos insoportables de aquellas dos trabajadoras salimos a la calle. Un paseo por el mercado mirando futuros regalos, y para casa. Y así se terminó el segundo día. 

Al día siguiente, miércoles, yo tenía un examen a las 2 de la tarde, por lo que les dije a los chicos que aprovecharan ese día para viajar a Módena, al museo de Ferrari. Salieron un poco tarde de casa mientras yo repasaba mi verbalización y pensaba que quizás no les daría tiempo de coger el tren. Hice tiempo hasta la hora del apello, donde seguí haciendo tiempo mientras esperaba mi turno. Finalmente, saqué mi primer ottimo en Italia, así que las cosas no podían ir mejor durante esta semana. Volví a casa tranquila y esperé para ir a la estación a recoger a los chicos. Volvimos a casa mientras me contaban su aventura, sobre todo porque al llegar a la estación no encontraban la máquina para ticar los billetes y fueron preguntanto por ahí mientras corrían "la yellow machine?" aunque al final lo consiguieron. Una vez en el piso preparamos la maleta de nuevo, ya que el Jueves y Viernes Santo lo pasaríamos en Roma.

Madrugón. A las 6 de la mañana estábamos en pie. Algo que no impidió que ticaramos el billete a las y cuarenta, mientras el tren salía a y 43. Por los pelos, pero lo conseguimos. Una vez en Roma Termini buscamos el hostal. Soltamos las maletas y nos echamos a andar. Hicimos la ruta que hice yo la primera vez que estuve en Roma ya que me parecía de lo más acertada. Después de ver un órgano gigante en una Iglesia, y los techos de oro de otra, nos dirigimos a la zona del Colosseo. Primero el palacio Venecia, después el gran coliseo, y posteriormente el circo romano. Yo ya llevaba un ratazo con hambre, y como me acordaba de dónde estaba el burguer king, decidimos ir. Fue salir del metro y verlo en frente (pura potra). Así fue como llegamos a la plaza del Popolo y cómo vimos a un Michael Jackson bailando en mitad de la piazza con grandes temas y un gran coro de gente animándole. Seguimos nuestra ruta buscando la competencia del burguer, para que comiera Guetón, y llegamos a la Plaza de España, dónde me pusieron en la mano una flor diciendo que era gratis y después nos persiguieron para que pagaran. Devolví la flor y no hubo más problema. Al fin encontramos el Mc Donals, donde nos pedimos un helado en donde después Iván metió la cara. Seguimos callejeando hasta llegar a la Fontana di Trevi. Encontramos un sitio muy chulo para hacernos fotos sin que saliera mucha gente. Fue allí donde regateamos con uno para que me vendiera una pistola que echaba burbujas. Al final, después de unas risas y que nos diera las pilas de manera clandestina mientras huía, sólo me costó tres euros. Al vernos con eso en la mano, sus compañeros se acercaron ya que pensarian que éramos clientes potenciales. Concretamente se acercó uno con unas bolas chiquititas a las cuales se les da forma. El momento fue muy cómico ya que a nosotros no nos interesaba y ni siquiera intentábamos regatear, por lo que él, lo hacía sólo. Empezó tres por dos euros cada una (por España claro), después bajó a un euro, y finalmente, tres bolas por dos euros, y la última oferta, tres por dos euros, y una gratis. Nosotros sólo nos podíamos reír mientras decíamos que no estábamos interesados. Nosotros seguimos nuestro camino y acabamos en el Panteón, donde estrené mi pistola de burbujas. Después de descansar un ratillo, decimos volver al Colosseo ya que también queríamos verlo de noche. Tanto el palacio Venecia como el Coliseo, me encantan, pero sobre todo de noche. La verdad que son impresionantes. Nos hicimos varias fotos, incluso creamos tendencia, ya que al ponernos en la mediana de la carretera para fotografiarnos, empezaron a venir más y más turistas con las mismas intenciones que nosotros. Después de llevarme dos sustos por el mendigo del Colosseo me volví a subir en la papelera de la otra vez y nos hicimos varias fotos. Algo que hubiera estado mejor si yo no hubiera sido tan lista de dejarme la parte esencial del tripode que llevábamos en la maleta, en Florencia. Pero bueno, no nos podemos quejar. Y así fue como vimos Roma en un día y cómo nos reventamos tanto que a las 11 ya estábamos durmiendo plácidamente en nuestro querido hostal.

Palacio Venecia.

Al día siguiente, Viernes Santo, nos esperaba El Vaticano y la Capilla Sixtina. Tuvimos mucha suerte porque para ninguno de los dos tuvimos que esperar cola, y tanto al salir del Vaticano, como del Museo, había una cola infinita. En el museo los chicos por fin amortizaron su carnet de estudiantes, mientras yo asustada pensaba que tenía que pagar 15 euros. Pero después de darle varios carnets me hizo el precio reducido. Después fuimos a comer, pasta, pizza, papas fritas y ensalada, una mezcla un poco rara, pero buena y económica. Más tarde estaríamos de nuevo en el Coliseo, ya que Guetón quería entrar, aunque se quedó con las ganas porque ya estaba cerrado. Y así fue como yo propuse volver a Florencia esa misma tarde ya que era una tontería pegarse el madrugón a la mañana siguiente si ya no teníamos nada que hacer. Así que eso hicimos. A las seis y media de la tarde ya estábamos subidos en el tren con destino Santa María Novella. Empezamos jugando a los personajes, primero a Guetón le costó un buen rato adivinar el suyo (el indio que nos regateó en la fontana) y después nos pegamos casi una hora para que Iván adivinase el que le puse (Caperucita Roja). Pero lo importante es que nos echamos las risas con el: "Si no es blanco, ni negro, ni amarillo, no se de qué color puede ser", o con la carita de Iván mientras decía "Es que no conozco ninguna historia de una niña, una abuela, y un lobo". A este juego le siguió la baraja. Y de un momento a otro, casi sin darnos cuenta, ya estábamos en Florencia. Yo sólo pensaba en la ducha que me daría ya que en el hostal decidimos no meternos ahí porque creo que era menos higiénico que no ducharse. 

Jardines de Boboli.
A la mañana siguiente, ya era Sábado. Último día. Fuimos al mercado para hacer las compras pertinentes, luego a comer, y al final a los jardines de Boboli, en el Palacio Pitti, dónde me peleé con la del mostrador por no dejarme pasar gratis, cuando yo estaba en mi derecho. Al final, me dejó el pase gratuito como haciéndome un favor, pero más vale eso que nada. Allí dentro, subimos y bajamos muchas cuestas y escaleras, nos hicimos muchas fotos, y al ratito salimos. Cómo estábamos reventados decidimos ir a mi casa y hacer tiempo hasta cenar. Allí aprovechamos para hacer las maletas y dejar todo preparado para el día siguiente. 


Nuestra última cena fue en el buffet del pirata, después otro paseo para la estación para comprar los billetes de Pisa, que por cierto, ¿cuántas veces fuimos a la estación en una semana? Siempre una por la noche para mirar billetes, y otra a la mañana siguiente para irnos. Si es que somos muy listos y nunca lo hacíamos de una vez. Pero bueno, así dábamos paseítos por suelo fiorentino. 

Y así, llegamos al final del viaje. Me ha encantado esta semanita y ahora a coger fuerzas para terminar las prácticas, los exámenes y aprovechar los últimos dos meses en Italia.